lunes, 25 de abril de 2011

5 pm

El siguiente texto es continuación de 5 am.


5 pm.

Cuando volví a mi apartamento él todavía estaba allí. Al abrir la puerta lo primero que noté fue el fuerte olor a los restos de pizza, y de salsa, que había en la encimera de la cocina. En el fregadero había un plato y un vaso, sucios los dos, y la caja de la pizza estaba tirada por el suelo, boca abajo, junto con unos cuantos restos más que habrían caído de lo que habría usado como mesa. Lo recogí todo del suelo y lo dejé encima del mármol, y en ese momento le vi salir de mi habitación. La ducha que seguramente se había dado mientras yo estaba fuera le había mejorado mucho el aspecto. Llevaba el cabello, húmedo todavía, peinado hacia atrás, aunque algunos mechones caían rebeldes por su frente, enmarcando sus ojos de color plata. Y me miraba con la misma intensidad con la que lo hizo cinco años atrás, aquella noche en el bar, cuando le conocí. Llevaba puestos unos tejanos míos y una de las camisetas con las que solía salir a correr los domingos por la mañana, y también mis zapatillas.

-         -  No he encontrado ropa mía en el armario, no sé donde la dejaste –me sonrió, mientras se acercaba a mí- espero que no te importe prestarme la tuya, por suerte, tenemos la misma talla.
-          - No creo que tenga opción ya, para negarme. –me encogí de hombros, mientras intentaba alejarme de él.

Sonrió, y volvió a murmurar unas cuantas palabras en su idioma, odiaba que hiciera eso, siempre lo había odiado. Dejé mi maletín en el sofá y estuve a punto de sentarme, pero notaba como seguía observándome detrás de mí. Cogí aire, y mientras intentaba no comenzar a gritarle otra vez noté una de sus manos en mi hombro, pidiéndome que me girara, otra vez, de cara a él.

Seguía sonriéndome, y con el pulgar de su mano derecha frotó suavemente mi ceño fruncido, como hacía siempre que me enfadaba o que me preocupaba por algo. En el pasado, ese gesto, solía relajarme, pero ya no le veía ninguna razón de ser.

-          - Tengo que arreglar unos asuntos –me dijo, mientras deslizaba su dedo por mi nariz.
-          - Lárgate pues –me enfadé –ya te lo he dicho esta mañana.

Sonrió, haciendo que sus ojos brillaran. Se pasó una mano por los mechones que le seguían cayendo por la frente, intentándoselos apartar.

-         - Esta vez –volvió a acariciarme la nariz, y una de mis mejillas –volveré más pronto, te lo prometo.

No me permitió ni siquiera replicarle. Pasó sus dedos por mis labios, y me besó. Sus manos apretaron ligeramente mis hombros, y comenzaron a deshacer el nudo de mi corbata. Paró, y se separó de mí. Volvió a murmurar en su idioma mientras se acercaba a la puerta del apartamento, y al abrirla volvió a girarse para mirarme. Me sonrió de nuevo, y sus ojos buscaron los míos, llevó su mano hacia sus labios, como gesto de despedida, y se fue.

martes, 19 de abril de 2011

5 am

5 am.

Encendí la luz de la mesita de noche. Las cinco de la mañana. Alguien pulsaba una y otra vez el timbre de mi apartamento. Iría a dar una ojeada por la mirilla, antes de que la vecina llamara a la policía, si es que no lo hacía yo antes. Después de mirar, me apoyé, de espaldas, en la puerta, deseando que se fuera y me dejara dormir. Era otra vez ese maldito ruso que ya me había jodido la vida tres años atrás. Cogí aire, notando la presión de mis uñas en las palmas de mis manos. Me paré un segundo a pensar qué día era. El muy cabrón había decidido volver el día que hacía tres años que había desaparecido dejando un simple "adiós" mal escrito en una nota en la nevera. Había decidido ignorarle y continuar durmiendo cuando él volvió a insistir con el timbre, y al final abrí.

Se apoyaba en el dintel de la puerta incapaz de mantenerse erguido, la ropa que llevaba estaba destrozada, y sucia, igual que su pelo, rubio. Lo tenía tan grasiento que se le pegaba a la cara como si fuera barro húmedo. Intentó apartárselo de delante de los ojos para poder enfocarme bien. Apestaba a alcohol.

- ¿Tienes vodka? - me preguntó mientras intentaba erguirse un poco y acercarse a mí. Apestaba a  alcohol, sí, todo él, menos su aliento. 

- No -le respondí- hace tres años tiré el que quedaba por el desagüe -iba a cerrar la puerta cuando me lo impidió y entró, ignorándome, directamente hacia la cocina.

Cerré la puerta y le seguí. Había ido abriendo todos los armarios, llevaba un vaso en una mano, y rebuscaba dentro de la nevera.

- Te he dicho que no tengo, y ahora lárgate de mi casa -le grité, pero me siguió ignorando y buscando. 

- Esto me sirve -me mostró una botella de agua que había cogido con la otra mano.


La dejó, junto con el vaso, al lado de la nevera y la cerró. Volvió a cogerlos y se sentó encima de la encimera de mármol, como solía hacer, golpeándose con uno de los armarios. Se llenó el vaso de agua y fue bebiéndoselo poco a poco, ignorando mis preguntas, mis amenazas y mis gritos, hasta que me harté.

- Eso no es vodka -le dije al final, sintiendo que me rendía. 

-Tiene el mismo color, ya me sirve -respondió, sonriendo, y añadiendo algo más, casi en un susurro, en su idioma. 

- Voy a ducharme -dije al fin, después de verle beber el tercer vaso de agua. 

- Como si estuvieras en tu casa -me respondió, sonriendo. 

Volví a mi habitación, ignorando la forma en la que me miraba. Si no me daba prisa llegaría tarde al trabajo. Me duché rápido y me vestí, y en cuanto volví a la cocina, le vi buscando una nueva botella de agua. Le volví a pedir que se fuera, y él me atravesó con sus ojos de color plata.

lunes, 4 de abril de 2011

Descanso

Ahora por ahora, por falta de tiempo, voy a tomarme un descanso. Iré subiendo poco a poco textos de hace unos años.