Un cadáver en mi habitación
Esa mañana entró
furtivamente en mi habitación. En cuanto mis oídos me alertaron de su presencia
me giré para protegerme. Me defendí, dando varios golpes, aunque quizás tan
solo debí darle uno o dos golpes en total. Me alejé, salí de la
habitación y cerré la puerta, y fui a buscar el veneno, con el que lo rocié. Volví
a cerrar la puerta de mi habitación y me fui, dejando que se asfixiara
lentamente al respirar ese veneno. Salí de casa y dejé pasar apenas media hora.
Al volver tan solo tenía que barrer lo que quedaba de aquel moscardón.