sábado, 22 de diciembre de 2012
Pesadilla
domingo, 11 de noviembre de 2012
El cigarrillo
lunes, 30 de julio de 2012
El ángel
Maurice intentó moverse, le dolía el cuerpo de la paliza recibida, pero era incapaz de notar nada. Asustado, miró hacia el único lugar que podía, esos ojos verdes, y a través del cabello negro del chico intentó ver el cielo, pero no había ninguna estrella, ninguna de las que apenas media hora antes había visto.
"No busques nada", siguió sin mover los labios, mientras le acariciaba la mejilla, "allí arriba ya no hay sitio para ti, lo único que te queda es lo que quiera proporcionarte allá abajo".
Siguió acariciándole la mejilla apenas unos segundo más y bajó la mano por su cuello, y por encima de su camiseta hasta dejarla situada a la altura del corazón. Sus ojos verdes brillaron levemente mientras la mano parecía atravesar camiseta y carne, en dirección al corazón. Maurice gritó de dolor, pero tan solo en su mente, no se oyó ningún sonido, tan solo apareció una lágrima en el mismo momento en que vio como salía esa mano de su cuerpo.
"Todavía es pronto, eres joven, y no estás en el momento adecuado, te daré un año, o dos, y volveré a por ti, en este mismo lugar, pórtate bien, pequeño, y te llevaré conmigo a mi hogar."
lunes, 16 de julio de 2012
El cachorro
domingo, 10 de junio de 2012
Adiós
Antes de poner el texto, me gustaría hacer un par de comentarios. Se trata de un texto de temática bastante problemática, pero yo únicamente lo quiero ver tal y como lo enfoqué para escribirlo, un simple ejercicio más de narrativa. Es ficción, tan solo ficción, no algo que me agrade, ni que esté de acuerdo con ello. Es fácil escribir cosas que gustan, resultan relativamente fáciles, y así como dicen, sobre el cine, que los grandes papeles son los de los antagonistas, escribir sobre cosas que no nos gustan, que odiamos, o que estamos en contra, desde el punto de vista antagónico al nuestro, es un interesante ejercicio.
Por último, repetir otra vez que es tan solo ficción.
Adiós
Has cumplido tu promesa, y me has dejado atrás. Tal y como me estuviste jurando durante estos dos últimos años cada vez que te enfadabas. Pero tus planes salieron todos al revés, y eres tú quien ahora tiene una bonita lápida, y no yo. Y cada vez que vengo a visitarla, las pocas veces que logro escapar del control de mis padres, creo todavía oír tus gritos, sentir tus miradas y notar todo ese dolor, con el que marcaste y educaste mi cuerpo, en el que todavía puedo ver, en los brazos y las piernas, las cicatrices de los cortes con los que sofocaste mi rebeldía hasta disciplinarme. Y también recuerdo todo ese tiempo en el que era un objeto más de tu equipaje, mientras recorrías, huyendo, kilómetros y kilómetros de las carreteras secundarias de medio país, durmiendo en casi cualquier parte, para acabar, al final, despertándome entre tus brazos. Siempre decías que había que tener amigos en el infierno, y todavía no sé si es cierto que los tengas en ese lugar, pero sí que los hay en el camino que lleva hasta él, los suficientes para devolverme a mis padres, enterrar un ataúd vacío y borrar tu existencia.