Un texto del 03/08/2010, un ejercicio de desarrollo de un personaje, que quizá más adelante utilice.
Frambuesas
La luz de sus ojos. Ése
era su último recuerdo. Todo lo demás había sido simplemente una sucesión de
pesadillas que habían intentado ir mermando poco a poco su voluntad, hasta casi
conseguirlo. Había quedado atrapado en algún lugar y en algún momento que continuamente
se distorsionaba, llenándolo de sensaciones que confundían sus sentidos. No
podía dejar de maldecirse, había sido su propia voluntad quien le había
arrastrado hasta allí, pero hacía demasiado tiempo que había olvidado el
porqué. Todos esos motivos, junto a la gran mayoría de sus recuerdos, habían
quedado atrás. Hasta que al final las continuas pesadillas también fueron
contaminando ese último recuerdo, llenando de dolor lo poco que quedaba de él,
haciendo que su fragmentada mente gritara hasta liberarse de lo que le
aprisionaba, y despertar. Pero nada de lo que le rodeaba le era conocido, ni la
habitación dónde estaba, ni la mujer que dormía a su lado. En algún lugar de su
mente sabía dónde estaba el lavabo, necesitaba aclarar las ideas, pero al
enfrentarse al espejo se dio cuenta de que se había vuelto a despertar en un
nuevo cuerpo.
Dejó el espejo atrás y
volvió a la cama, en la que se tumbó y hundió su cabeza entre el cabello de la
mujer. Olía a frambuesas. Cerró los ojos e intentó concentrarse en ese olor. Y
a partir de él recordó el de la cena de la noche anterior, y poco a poco lo que
habían sido esos dos últimos años. Su consciencia había estado dormida y en ese
momento necesitaba poder conciliar las dos mentes que batallaban en su cabeza, su
naturaleza y el último recipiente que estaba habitando. La muchacha se movió en
sueños, buscando acomodarse en el calor del cuerpo de su compañero, susurrando
un nombre. La abrazó y comenzó a mordisquear su cuello, hambriento.
Horas después, seguía
tumbado en la cama mientras la mujer llevaba ropa limpia al lavabo. Había
hablado de comer juntos ese mediodía, y de pasar por la tarde a ver el local y
estaba meditando sobre eso, removiendo los recuerdos de ese recipiente. Oía la
ducha cuando decidió que no sería mala idea, quizás aquel bar no sería lo que
ella quería, pero necesitaba encontrar un sitio para ser él mismo. A ella no le
gustaría, podía apostar lo que fuera que no le iba a gustar nada de lo que
pasaría a partir de ese día. Ya no estaba con el hombre que creía haber
conocido.
Notó un par de gotas de
agua cayendo en su rostro y abrió los ojos. Ella ya se había duchado y vestido,
e intentaba besarlo a escondidas cuando su pelo, todavía mojado, la había delatado.
Él aspiró, de nuevo, su aroma. Frambuesas. Quizá su única debilidad. Los
recuerdos de esa vida volvieron a bombardearlo. Ella seguiría siendo su dulce
esposa, y no la dañaría, y quizás, con el tiempo, le acabaría diciendo la
verdad.
Se incorporó para besarla
y, todavía desnudo, la acompañó hasta la puerta, sonriendo.
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