viernes, 20 de septiembre de 2013

Regreso

Este texto concluye la historia que empecé con el texto titulado Pesadilla y que continué con Intento de fuga.

El orden cronológico de la historia sería: Intento de fuga, Regreso, Pesadilla.

Por ahora no continuaré la historia con estos personajes, pero quizás más adelante amplíe el proyecto.




Regreso

Había bajado a buscarte, confiando en que habrías aprovechado la oportunidad que te daba y te hubieras ido. Pero, por tu aspecto, has decidido volver, y tendrás que asumir las consecuencias. Sigues mirándome a los ojos, descaradamente, esperando que te diga algo. Me giro y me voy, no quiero que me veas sonreír satisfecho, no antes de hora. Me quedo en un lugar discreto del patio para ver cómo te llevan hasta allí, en silencio, con todos los otros criados reunidos, y el látigo vuelve a castigar tu piel marcada. Incluso, entre golpe y golpe, sigues mirándome a los ojos, desafiándome, hasta que vuelvo a sonreírte y te veo derrumbarte.

En mi habitación acabo de preparar las cosas cuando te oigo llegar. El agua y la ropa nueva te dan mejor aspecto, aunque la estés manchando con la sangre de tus heridas abiertas. Y me alegra ver que miras hacia el suelo. En silencio, cojo el libro que tenía en la mesa y una de las copas con vino y me siento en mi butaca a leer, dejando pasar el tiempo, mientras veo como te impacientas y te fuerzas a no levantar la mirada. Buen chico, pienso, quizás incluso pueda sacar algo de provecho de ti. He tenido tiempo para estudiarte y el ligero temblor de tu dedo índice golpeando tu pierna me muestra el momento oportuno. Dejo el libro en la mesa y señalo la otra copa, indicándote que es para ti. Dudas, y levantas la mirada, clavando tus ojos en los míos, apenas durante un segundo, y vuelves a bajarla mientras coges la copa. Me levanto de mi butaca y me acerco a ti mientras te la llevas a los labios, y bebes poco a poco.

Instantes después dejas caer la copa, que se hace añicos, mientras caes tú también encima de mi alfombra. A mis pies. Veo como tu cuerpo se convulsiona, y si es cierto lo que me han dicho, debes notarlo ardiendo. Levantas la mirada, de nuevo, con esfuerzo, y me agacho para susurrarte la primera palabra que te digo desde que has vuelto.

-          Veneno.

Ni siquiera cambia tu mirada, y eso me hace volver a sonreír. Acaricio tu pelo. Uno de los trozos de cristal de la copa te ha arañado el rostro, y un pequeño hilo de sangre recorre tu ojo izquierdo. Aparto los trozos que veo, y vuelvo a susurrar en tu oído.

No te preocupes, no te matará. No la cantidad que te he dado. Mañana habrá dejado de dolerte. Pero es una sustancia adictiva, y acabarás suplicándome que te dé más, y serás consciente de cómo tú mismo te envenenarás.

Me levanto e iba a sentarme de nuevo en mi butaca a observarte sufrir toda la noche cuando agarras mi tobillo e intentas incorporarte. Sin éxito. Sigues mirándome, miras tu mano y me sueltas. Vuelvo a agacharme, y sonrío mientras humedezco mis dedos y con ellos acaricio tus labios resecos.

-          Eres fuerte, más de lo que esperaba, te forjaré bien.

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