lunes, 30 de marzo de 2009

Dos crisantemos

Dos crisantemos

Vino a verme otra vez el barquero, y estando en sus brazos volvió a susurrarme, todavía no pequeña, como cuando era una niña y agarrada a sus pantalones le pedí que me llevara con él. Pero ahora lo que le susurraba es que quería estar con él, mientras me perdía en sus ojos, azules, profundos. Y él me estrechaba en sus brazos, susurrándome, pronto. Me desperté en la bañera, el agua, teñida de sangre, estaba helada. El espejo me mostraba mi palidez y mis heridas eran ya apenas cicatrices. Dos crisantemos, frescos, me aguardaban, como un mensaje, en la cama.

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