lunes, 9 de marzo de 2009

Una noche

Una noche

La dejó caer en la cama, suavemente, rozando levemente su maltrecho cabello, su cuello, rostro, saboreando su inconsciencia. Se sentó a su lado, tentándose a rozar su cuerpo durante un rato más, pero no era el mejor momento, ya se encargaría de ella más tarde. Ahora lo que más necesitaba era una ducha, y relajarse, luego se permitiría pensar en cómo disfrutarla. Comenzó a desnudarse, llevando la ropa hacia el baño. Abrió el grifo del agua caliente, esperaría a que se calentara lo suficiente, para luego notar como casi le quemara en la piel. Volvió a la habitación, a buscar ropa limpia, rozando con la mirada, de nuevo, su trofeo. Se había divertido bastante esa noche, había vuelto a disfrutar, a sentirse vivo, y aunque lo de la mujer no entraba en sus planes, al final se la había traído. Su pequeño, dulce trofeo. Aunque en ese momento, lo que había en la cama, todavía maltrecha e inconsciente, distaba mucho de ser una mujer.

El sonido del agua le recordó que no podía distraerse. El baño ya estaba inundado de vapor, el agua ya estaría, quemando, tal y como la necesitaba. Dejó la ropa límpia a un lado y se internó en lo que ya era un ritual para él, para esas noches. Salió una hora después, cuando el agua que se escurría por el desagüe era ya simplemente agua. La mayor parte del tiempo lo dedicó al cabello, toda la sangre que le había salpicado se le había resecado. Se vistió, cogió la sucia ropa que había llevado y la metió en una bolsa, le era inservible ya. Dejó la bolsa tirada por el suelo, ya se encargaría de ella cuando se fuera. Se recogió el cabello y volvió a la habitación, ahora ya podía ocuparse de la mujer.

Volvió a sentarse en la cama, a su lado, volvió a recorrer su cuerpo, con sus dedos, apenas rozando su piel. Con suavidad, la volteó boca arriba, levantándose para ir a buscar la navaja que siempre llevaba en su abrigo. Volvió a su lado, sacando la hoja para cortar las cuerdas que todavía la mantenían atada. Tumbada boca arriba, estirada en la cama, la examinaba minuciosamente. Le molestaba cada cardenal que le rozaba, no podría hacer nada por ellos, solo dejar pasar el tiempo, las heridas ya eran otra cosa, podía encargarse de que apenas le quedaran cicatrices, odiaba acariciar piel que otros habían marcado. Con la navaja le fue cortando la poca ropa, destrozada, que le quedaba, mientras seguía acariciando su piel. Incluso le habían marcado los pechos. Los acarició con suavidad, recorriéndolos con las yemas de sus dedos, bajando, luego, suavemente por su vientre. Paró, cuando acariciaba uno de sus muslos. Se levantó y fue hacia el armario, una de sus viejas camisetas le serviría, la vistió con ella, la tapó con las sábanas y la dejó dormir. Rebuscó entre los armarios, sabía que por algún lado tendría ropa adecuada para ella. La dejó en un butacón que había al lado de la cama, tendría que conformarse con eso, de momento. Metió los inútiles harapos que la habían cubierto en otra bolsa, cogió la que había dejado en el baño, su abrigo y se fue.

1 comentario:

  1. aquet era el text que et deia...i això és un "boceto" d'una novel·la? doncs està interessant la veritat, jeje.
    també m'he llegit els altres el dels crisantemos m'ha agradat especialment!!

    fins dimarts!

    (Ja deus haver deduït que sóc l'Anna, l'alumna...)

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